Tal vez en otra vida fui piedra, o agua, o hierba o árbol, o manantial o montaña… porque siento una gran pasión por la naturaleza.

Adoro el cálido sol de otoño,  la lluvia de abril, el olor que desprende la tierra tras haber llovido, el cuchicheo de las hojas  mecidas por el viento,  el fino canto del  ruiseñor en medio del silencio del atardecer, la tertulia de los grillos en los cálidos días de verano, la explosión que nos ofrece la primavera cuando tras unos meses dormida,  nos obsequia con el mayor espectáculo del mundo. Aromas, colores y nacimientos. Todo en ella me parece maravilloso, espectacular, único y vibrante.

La misma naturaleza que me vio crecer, corriendo entre frutales y pastos. Aquellos tiempos de infancia desbocada, en los que la Madre de todos me acercaba a la magia de la vida,  en los que las manzanas desprendían el mejor de los perfumes y todo era efímero.

Son aquellos momentos los que implantaron lentamente en mi  la necesidad de tocar, compartir, ver e impregnarme de la belleza, la fuerza y el poder de esa Madre Naturaleza.

Esa misma fuerza es la que quiero compartir con todo vosotros, para que os sintáis más que nunca, ¡unidos a la vida!